Antes de empezar a hacer encaje de bolillos, no sabía ni qué aspecto tenía, ni cómo se hacía. Escuchar "hermoso y difícil de hacer" fue suficiente para inscribirme en la clase. Eso, la curiosidad y el deseo de aprender algo nuevo.
Hasta entonces había probado una serie de cosas diferentes. Música: había tocado el violín durante años; deporte: alpinismo, esquí y aikido; estudié literatura en la Universidad de Sofía, me ocupé de mi familia y crié a mis tres hijos.
Y en todo momento, desde los cinco años, he hecho algún tipo de trabajo manual: ganchillo, punto con dos agujas, punto con cinco agujas, costura, bordado.
En Bulgaria, el encaje de bolillos se llama "Kaloferska dantela", o encaje de Kalofer. Un curso de diez días para principiantes me dio la oportunidad de aprender lo básico, pero desafortunadamente no existían las clases avanzadas. No tenía a quien preguntar sobre técnicas más complejas, ni dónde buscar nuevos modelos interesantes - no disponía de Internet en ese entonces.
Después de varios años de permanecer estancada, trabajando modelos de piezas que no sabía dónde poner después de terminadas, decidí intentar una nueva línea de trabajo. Empecé a fijarme en modelos del mundo que me rodeaba y que podía usar como patrón de encaje de bolillos.
Me sentí atraída por las ramas, enredadas de forma diferente en cada especie de árbol: tupido o ligero, muy ramificado o poco ramificado. Las flores - ilustraciones detalladas o siluetas, frescas o secas, con la gama completa de colores tanto de las hojas como de los pétalos - son mi tema preferido. Las montañas, con sus picos puntiagudos y redondos, las colinas y las crestas, siempre me han parecido como encajes de la naturaleza, así como las olas que se lanzan contra la orilla, esparciendo espuma, luz y sombra. En mi imaginación, divido los paisajes en diferentes formas que luego hago con hilos.
Veo posibles encajes en todo mi alrededor y cada vez que intento trabajar de una manera diferente. He probado a hacer caras con encaje, por ejemplo, y sin duda lo intentaré de nuevo.
Utilizo cada momento que puedo para crear encajes. Cuando estoy feliz, creo con una sonrisa y mucho ánimo. Cuando estoy triste, creo para animarme con el orgullo de estar haciendo algo nuevo y con el suave clic de los bolillos.
Todavía tengo proyectos sin terminar: nubes, vientos, amaneceres y puestas de sol. Espero con impaciencia a que surja cualquier idea nueva y, mientras trabajo sobre ella, crece y se desarrolla por sí misma. A menudo mis manos me sorprenden cuando termino el trabajo.